Escritos

Manifiesto de las conchudas

María Negro

Todo se enaltece cuando aumenta su tamaño, excepto la concha.

Llamar “conchuda” es como decir “hija de puta” “jodida”.

Una mina de mierda, basicamente.

Nada bueno se espera de la conchuda.

La conchuda es traidora, malvada, resentida. O así nos han enseñado a ver a nuestro sexo.

Si van a tocarte será en busca de tu conchita.

Si aumenta su tamaño, pues, jugarás del lado de las malditas.

Si se traspola el aumentativo hasta la palabra pija, ocurre todo lo contrario.

El pijudo. El poronga. La enorme chota.

Todos ellos son los capos del Universo. Los piolas. Los que saben lunga como funciona esto: la vida, la literatura, las almas sensibles, la calle, la física nuclear. Ellos lo saben to-do.

Ahora, ¿por qué la antítesis social sin disimulo?

¿Por qué el escarnio gratuito al aumento voluminoso de un sexo u otro?

Creo que la única pretensión de esto es convencernos de una actitud absurda y machista: conservar nuestro sexo tan pequeño como se pueda, tan infantil como se pueda, tan sometido como se pueda.

Si conchuda es la que se va con otro tipo, ¿dónde está la ofensa?

¿Te fijaste primero si no sos un pelotudo que descuidó los chiches y se anda quejando que otro nene se puso a jugar?

Ah, no. Claro, la culpa será de la conchuda.

Conchuda es la que hace juicio por alimentos al forro que se pasea en remis con la misma boluda que terminará haciéndole juicio por alimentos algún día. Say no more.

Conchuda la que no se deja gritar ni por la policía.

Conchuda la que dice “No te quiero”. Y no miente.

Y no le importa.

Ninguna conchudez nos avergüenza. Ni nuestros períodos mal humorados ni nuestros embarazos sensibles. Será, en todo caso, responsable la madre naturaleza.

Un pellizcón en los huevos y ni así entenderías, elefante trompita.

Nos convencieron de la “belleza” de una vagina pequeña para imponernos mentes pequeñas, lugares pequeños, sueños pequeños, decisiones pequeñas.

Ante esta verdad, solo una idea se desprende lógica: En un conducto pequeño, cualquier astilla es garrocha.

Nos engañaron. Nos quitaron la bandera de la enorme concha que goza, juzga, elige, pare y se ríe a carcajadas.

Volvamos por ella. Recuperemos la palabra conchuda para felicitarnos. Para abrazarnos en lo más femenino de nosotras. Para querer con nuestras fortalezas en toda su magnitud.

Sin pequeñeces.

Y que se la banquen.

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